martes, 16 de febrero de 2016

Dejé de vivir.

Todo está planeado, todo está organizado. ¿Es eso malo? ¡Para nada! No obstante, no dejo de escuchar algo que no comprendo del todo: «¿Qué sería la vida sin casualidades y sin emociones inesperadas?». Ya no sucede nada de eso. Si ocurre algo que no esperaba, simplemente encuentro la manera de escapar. ¿Qué puedo hacer? Ya todo está decidido. Qué haré, dónde estaré, a qué hora saldré, con quiénes me veré, qué temas trataré. Completamente todo preparado para cada día. Poco a poco, fui perdiendo la cuenta, ya no sabía cuánto tiempo había transcurrido así. Sí, está la fecha, pero solo son cifras, más números a mi agenda tan calculada. No recuerdo cuándo fue el último momento en el que hice algo por gusto, por entusiasmo, por ocio. Se me hace difícil, pero a veces quisiera evocar aunque sea la última vez que noté un detalle en la comida, el ambiente, ¡lo que sea!. No me disgusta la vida que llevo, pero ¿habrá algo más? ¿Será que puedo haber pasado por alto eventos u ocasiones importantes? A lo mejor, así ha sido. Sé a qué se refieren con la frase que suelo oír. Sin embargo, ¿qué es ese significado, ese valor que no entiendo? ¿Lo que es la empresa para mí? Gano bien, cada vez crece más mi industria. Mi único propósito es seguir avanzando e incrementar el éxito en mi trabajo. Cuando crea que llegue el tiempo, me casaré. Necesito dejar todo por lo que me he esforzado a alguien, ¿verdad? Hay personas que ya están interesadas en mí. Supongo que solo debería escoger alguna. Después de todo, no sé cómo vivir de otra forma.